Robin Hood,
el vecino más célebre del bosque de Sherwood, ha sido uno de los personajes de
ficción a los que el cine se ha acercado con mayor asiduidad durante sus más de
100 años de historia. De entre todas las incursiones en la gran pantalla del
mítico arquero, que se pueden contar por decenas desde su primera aparición en
1912 hasta la última revisión dirigida en 2010 por Ridley Scott, la cinta realizada en 1938 por Michael Curtiz destaca por su trascendencia, ya que sirvió para asentar
las líneas arquetípicas del personaje y su historia; unas líneas esenciales
sobre las que posteriormente se han trazado múltiples variaciones.
Gracias a
esta naturaleza germinal y a su carisma reforzado con el paso del tiempo podemos
afirmar que “Robin de los Bosques”
es un icono del cine de aventuras, el clásico imprescindible por el que Errol Flynn y Olivia de Havilland se han asentado en el inconsciente colectivo de
la parroquia cinéfila como los Robin y Marian definitivos.