La iguana es un animal al que se puede poner en
cautiverio atándole una cuerda al cuello, así permanecerá quieta, sin debatirse para
conseguir su libertad. Si después le quitamos su atadura, el animal se
mantendrá inmóvil durante mucho tiempo, incapaz de darse cuenta de que es libre
y puede escapar.
Tenesse Williams realiza una metáfora entre actitud de
la iguana y la del reverendo Lawrence Shannon (Richard Burton) un hombre torturado, incapaz de aceptarse a sí
mismo y a su propia naturaleza, paralizado por la desesperación desde hace
tiempo; ésta como una soga alrededor de su cuello, le impide hacer uso de su
libertad para vivir en armonía física y espiritual.
“¡Espera a verme en mi próxima película, interpreto al peor bicho con el
que hayas podido tropezarte nunca!” - Exclamó desde
la acera del restaurante “21” un
jubiloso Humphrey Bogart a Archer Winsten crítico cinematográfico
del NY Post.
Corría el año 1946 y Bogie
estaba realmente excitado ante la perspectiva de volver a trabajar con su amigo
John Huston, interpretando a un
personaje muy alejado de los papeles heroicos que se le presumían por ser una
gran estrella en la cima de su carrera. Afortunadamente Bogart, por su status y por su gran tirón de taquilla, se había
liberado de las restricciones de la política del estudio y se hallaba en
condiciones de escoger los papeles que le apetecieran. Utilizó esa libertad
para interpretar a Fred C. Dobbs un auténtico looser al que la fiebre del oro y la avaricia empujan a la locura
en “El tesoro de Sierra Madre”.
Se fue Berlanga, uno de los mejores y más lúcidos directores del cine español.
Luis García Berlanga con su amigo y colaborador el escritor Rafael Azcona lograron retratar, como no lo ha hecho ningún otro con su particular sentido del humor sarcástico y de poso amargo, el carácter español y a la sociedad española durante la segunda mitad del siglo XX.
Ambos consiguieron burlar la torpe censura del régimen retratando magistral y ácidamente a la España franquista en películas del calibre de "¡Bienvenido, Mister Marshall!"(1952),"Calabuch" (1956), "Plácido" (1961) y "El verdugo" (1963) que hoy ya han adquirido la vitola de clásicos.
La llegada de doc
Riedenschneider a la ciudad va a desencadenar una serie de acontecimientos que
concluirán en un desolador desenlace.
Herr doktor después de varios años a la sombra ha
madurado un plan maestro para robar una millonaria colección de joyas, su fama
de genial estratega del robo le permitirá encontrar financiación y un equipo de
especialistas (pistolero, conductor y revientacajas) para llevar a cabo el
plan.
A partir de ahí el destino se tuerce. Una alarma
inoportuna, una bala perdida, una traición y más disparos. Finalmente el implacable
acoso policial.
Llegados a este punto solamente queda una salida: La huida desesperada de la jungla de asfalto,
ese submundo de criminalidad urbana fotografiado en un blanco y negro quemado,
que conducirá inexorablemente a nuestros protagonistas hacia la cárcel o la
muerte.
Me voy a permitir hacer una presentación de esta película
en un tono más personal de lo habitual ya que para mi este film es como un
viejo amigo.
Uno de esos amigos que conoces desde hace muuucho tiempo
y al que ves de tanto en tanto, menos a menudo conforme van pasando los años,
pero siempre que lo haces disfrutas plenamente de su compañía.
Continuando con la metáfora diré que en estos encuentros
con mi viejo amigo disfruto una vez más de los mismos hechos ya conocidos, tanto
rememorándolos como con la emoción anticipada a la rememoración. Además con el
paso de los años y con la madurez voy descubriendo otros matices que enriquecen
a mi viejo amigo y esto hace más fuerte nuestra amistad.
Y es que mi relación con “El Halcón Maltés” es así.
Disfruto de cada minuto de su metraje, de una historia
apasionante, fiel retrato de la novela del gran Dashiell Hammett, contada sublimemente por John Huston. De un Humphrey
Bogart, que alcanzó su status de estrella con este film, en una
interpretación memorable que hace que asociemos indisolublemente el personaje Sam
Spade con Bogie, borrando a
cualquier otro que lo haya encarnado o que lo vaya a encarnar. De una mujer
fatal “de libro” (Mary Astor) que
arrastra a la perdición a todo hombre que cae bajo su influencia. De unos
codiciosos y caricaturescos perseguidores del tesoro (Lorre, Greenstreet y Coock) que enriquecen cada una de las
secuencias en las que intervienen.
Y como no de ese misterioso y legendario McGuffin con forma de pájaro negro
forjado del material con que se hacen los sueños.