En la
exquisita “Acordes y Desacuerdos” Woody
Allen rinde homenaje en clave de jazz
a todos los artistas malditos y geniales que por su mala cabeza nunca llegaron
a alcanzar las mieles del éxito. Para ello el director de “Manhattan” rememora, con afecto y nostalgia, las rocambolescas
andanzas de Emmet Ray, el segundo mejor guitarrista de jazz de los años 30 por detrás de Django Reinhardt.
En la
película Allen suma a su habitual maestría
para contar historias de personajes y sus relaciones, su devoción por la
música jazz que plasma en forma de maravillosos
números instrumentales, en los que la figura patético-caricaturesca del
ficticio guitarrista, interpretado por un espléndido Sean Penn, se redime a los ojos del espectador gracias a su conmovedora
música.
FICHA
TÉCNICA: ACORDES Y DESACUERDOS. “Sweet
and Lowdown”.
AÑO: 1999. DURACIÓN: 95 min. PAÍS: Estados
Unidos.
DIRECTOR: Woody Allen.
GUIÓN: Woody
Allen. MÚSICA: Dyck Hyman.
FOTOGRAFÍA: Zao Fhei.
REPARTO: Sean Penn, Samantha Morton, Uma Thurman, Anthony LaPaglia, James Urbaniak, Denis O´Hare, John Waters, Woody Allen.
PRODUCTORA: Sweetland
Films. Productor: Jean Doumanian, J. E. Beucaire.
GÉNERO: Comedia.
Drama. Biopic. Jazz.
SINOPSIS:
El director cinematográfico Woody Allen
y varios expertos en música jazz
recuperan la figura del virtuoso guitarrista Emmet Ray, un artista tan genial
como olvidado, del que solo se conservan un puñado de grabaciones y anécdotas.
Los
narradores recuperan algunos retazos de la disparatada y atribulada biografía
del artista, que recrean su relación con la música y con sus dos mujeres (Hattie
y Blanche), para componer el retrato del artista y su fugaz carrera en los años
posteriores a la Gran Depresión.
“Acordes y Desacuerdos” es el largometraje número 29 de la
extensa filmografía del prolífico director norteamericano Woody Allen, uno de los cineastas vivos más importantes, influyentes
e iconoclastas del cine norteamericano contemporáneo.
La película
está rodada en New York y su título proviene de un tema para piano compuesto
por George Gerswhin (“Rhapsody in Blue”, “Porgy and Bess”, “An
American in Paris”) titulado “Sweet and Low-Down” que el propio Woody Allen había utilizado
anteriormente en la banda sonora de la extraordinaria “Manhattan”.
En la
película Allen rinde homenaje a dos
de sus mayores influencias personales.
El más
evidente es a la música jazz de la
que el genio de Brooklyn no sólo es un erudito entusiasta sino también un
devoto practicante (como podemos apreciar en el documental “Wild Man Blues”). El segundo homenaje, mucho menos obvio, es a uno
de sus directores favoritos: Federico
Fellini, y a su película “La Strada ”.
En su cine Allen acostumbra a radiografiar al
individuo contemporáneo y sus relaciones personales (especialmente de pareja) con
certera agudeza. Su mirada cinematográfica oscila entre la comedia y el drama,
pasando por la nostalgia, la sátira, la angustia, el absurdo, la melancolía, el
humor negro y la neurosis; ya sea en alquímica mezcla o en tonos predominantes.
Otra
característica, muy importante a mi juicio, del cine del director neoyorkino es
el cariño que prodiga a sus personajes, a los que raramente enjuicia y jamás condena.
Woody Allen los observa, retrata y hasta
empatiza con muchos de ellos por muy
deleznables que sean sus actos o sus motivaciones.
Esto último
queda patente en el tratamiento que Allen
depara en el guion de “Acordes y
desacuerdos” a su protagonista, el guitarrista Emmet Ray (Sean Penn), un “pobre hombre” en la vida real y un talento genial sobre el escenario.
Ray es
tosco, arrogante, extravagante e informal. Se emborracha, consume drogas, es
cleptómano y se muestra incapaz de mantener una relación de pareja. Su incapacidad
para mantener un compromiso, afectivo o profesional, denota su falta de madurez
y su dificultad para comprender, aceptar y expresar sus afectos y emociones.
Sin embargo
cuando Emmet toca la guitarra todas esas taras se borran de un plumazo y la
magia de su música (con ella expresa lo que su persona es incapaz de expresar)
cautiva al más pintado.
Allen retrata en “Acordes y Desacuerdos” al artista maldito, al genio intuitivo y
excesivo; incapaz de guiar su vida y su carrera hacia nada que no sea el
fracaso más absoluto.
No en vano
desde el comienzo de la cinta su posición de eterno segundón, por detrás de su
temido y admirado Django Reinhardt
(este jazzman sí que existió), se
alía con su personalidad incorregible para evidenciar su condición de looser.
Pero a
pesar de todo ello, la mirada de Allen
sobre el protagonista está teñida de cariño y melancolía. Un cariño que tiene
mucho que ver con la conocida devoción del realizador por la música jazz y por todos esos músicos olvidados
o anónimos que con su talento y sus composiciones contribuyeron a crear y
desarrollar un sonido.
Para la realización
de “Acordes y Desacuerdos” Woody Allen
recurre al formato de “falso documental” (que
anteriormente había utilizado en “Zelig”)
para narrarnos el auge y la caída del ficticio guitarrista Emmet Ray.
El retrato
del artista, con sus relaciones y las evoluciones de su carrera, viene
articulado en forma de anecdotario. Cada uno de los estrambóticos episodios
viene presentado por uno o varios eruditos de la música jazz, entre los que encontramos al propio Woody Allen, que con la recopilación ordenada de los mismos tratan de
aportar luz sobre la difusa biografía del artista y su misteriosa (y precoz)
desaparición del panorama musical.
Allen rueda de forma clásica poniendo
siempre la cámara al servicio de sus personajes, sin deleitarse en alardes
técnicos filma con suma fluidez, haciendo especial énfasis en la recreación de
los números musicales.
Una pequeña
excepción a este tono desprovisto de efectismos técnicos es el pasaje
amnésico-tóxico que describe, en una secuencia muda de planos difuminados y ralentizados,
una farra de varios días protagonizada por el protagonista.
La cuidada
planificación está perfectamente secundada por la fotografía preciosista del
operador chino Zao
Fhei. Los tonos pastel y los reflejos
dorados de los fotogramas se suman al vestuario y al excelente diseño de
producción para recrear una imagen de ensoñadora belleza (tan ficticia como el
propio personaje) de la
Norteamérica de los años de la Gran Depresión
que invita a la nostalgia.
En una
película como esta la música es esencial; para ejecutar los temas que Emmet Ray
interpreta en pantalla con su banda o en improvisadas jam sessions con los amigotes, Woody Allen escogió un grupo de jazzmen comandados, por su habitual
colaborador, el pianista Dick Hyman.
Hyman arregla un puñado de estimulantes
temas con mucho swing para tocarlos con la banda de músicos seleccionados por Allen; la labor de guitarra solista (y
con ella los espíritus de Emmet y Django)
recae sobre Howard Alden.
Además en
la banda sonora de “Acordes y
Desacuerdos” podemos escuchar otros temas extraídos de grabaciones
originales de Django Reinhardt, Ted Lewis´ Orchesta, Eddie Lang y Bix Beiderbecke entre otros.
Sean Penn encarna con su habitual brillantez al
absoluto protagonista de la cinta, Allen
acierta al liberar de sus tics interpretativos al personaje de Emmet, y con
ello Penn se puede meter a fondo en la
caracterización de tan pintoresco personaje. Y todos conocemos el potencial del
visceral actor de Santa Monica, uno de los mejores y más personales interpretes
de las últimas décadas; Sean Penn consigue plasmar el carácter egocéntrico del
personaje, su ambivalencia cómico-trágica y sus contradicciones sin perder nunca su toque
personal.
¿No detectáis un toque chaplinesco en la actuación de Penn en los lances románticos?
Para dar
vida a las dos mujeres de Emmet Ray el director escoge a dos actrices perfectamente
diferenciadas para componer dos papeles prácticamente opuestos.
Samantha Morton, una absoluta desconocida en ese
momento, interpreta a la entrañable Hattie. La actriz británica da vida con
suma ternura a la chica muda y humilde que se entrega a Emmet con infantil
entusiasmo.
El papel de
Hattie supuso el descubrimiento para el público y la crítica de Samanha Morton, la actriz obtuvo sendas
nominaciones como mejor actriz de reparto en los Oscar y los Globos de Oro.
La exótica
belleza de Uma Thurman, en el momento
más álgido de su carrera, ilumina la segunda parte de la película. Su personaje,
Blanche, diverge completamente del de Hattie; es sofisticada, morbosa, intelectual y le
sobran las palabras.
La escritora
interpretada por Thurman es uno de
los personajes con mayor vis cómica de la película y para redondear su
comicidad Allen se sirve de la
voluptuosidad natural de la actriz americana, ya que Blanche siente una gran
atracción por los personajes “limite” (como
el propio Emmet o como el matón interpretado por Anthony LaPaglia) que Uma
Thurman plasma con una sugerente mezcla de excitación sexual e incesante
interrogatorio psicoanalítico.
Las
composiciones son tan buenas como el global de la película y siempre me ha sorprendido
que ninguno de sus tres intérpretes principales haya repetido con Woody Allen en cintas posteriores.
Ahora sólo
queda volver a revisar este pedacito de cine y música; tragicómico, hermoso y
nostálgico, lo pondré en vuestras manos; para concluir dejaré una pequeña muestra
musical de lo que escuchareis durante el visionado de “Acordes y Desacuerdos”, no encuentro mejor incentivo para que os
pongáis a ello cuanto antes.
Pues es lo que voy a hacer: revisarla. Para mi Woody Allen siempre es una de las mejores opciones. Es cierto, que prefiero las películas de Allen en las que él es el protagonista porque él, por sí mismo ya es todo un personaje.
ResponderEliminarRecuerdo que Acordes y desacuerdos, aunque no es una de las que más me ha gustado de Allen, sé que sí me había gustado, especialmente por ese siempre grande Sean Penn.
La veré de nuevo para disfutar de nuevo con esa gran banda sonora!
Saludos.
A mi me pasa lo mismo Manderly, dentro de la filmografía de Allen prefiero las comedias protagonizadas por él mismo, aunque tiene dramas muy buenos que también estarían entre mis favoritas.
EliminarSi tuviese que elegir un puñado de imprescindibles de su filmografía me quedaría con "Manhattan","Hannah y sus hermanas", "Delitos y faltas", "Misterioso asesinato en Manhattan" y "Desmontando a Harry".
Y claro luego tiene un montón de buenas películas (esta sería la categoría en la que clasificaría a Acodes y desacuerdos) muy disfrutables en cualquier momento.
Si la revisas, quizás podamos discutir un poco ese final tan interesante (y amargo) que tiene la película, ya que deja varias cuestiones sin responder.
saludos
Revisada ya , creo que me ha gustado más esta vez (creo que sólo la había visto una vez).
EliminarEl final me ha gustado mucho. sí quizás es amargo, como bien dices, pero creo que es un final ideal para esta historia. Desde el futuro, unos personajes nos cuentan lo poco que conocen de Emmet. En realidad es un misterio porque sólo que conocen capítulos sueltos de su vida. Tampoco sabemos cuanto tiempo (años) pasa entre la aparición y la desaparición del Emmet durante su vida pública, por así decirlo, como guitarrista.
Desaparece como aparece.
Un placer disfrutar de esa música!!
Saludos.
Sí el final está muy bien y es muy significativo, a mi entender con la destrucción de la guitarra Emmet ejecuta una suerte de "suicidio artístico".
EliminarMe explicaré: El músico culpabiliza a su condición de músico su fracaso personal, la guitarra es una metáfora de Emmet el músico y su destrucción marca el final de el violento y repentino final esa vida artística.
Y como no es "nadie" (sólo un hombre corriente, un conjunto de contradicciones) sin su música tras esa renuncia su impronta desaparece como lágrimas en la lluvia (me doy el lujo de citar a Roy Batty).
-¿Qué te parecen las relaciones de Emmet con sus dos mujeres? ¿Hay amor en ambas?
-¿Crees que la película funcionaría igual sin la música? Quiero decir, imagina que Emmet es pintor y sustituye los números musicales por exposiciones y sus ensayos y rasgeos de guitarra en la intimidad por sesiones de pintura.
Saludos
Está claro. Emmet se da cuenta de que lo que más le gusta, la música, le impide vivir. Lo que nunca sabremos es si en esa nueva vida, sin música, llegaría a ser feliz.
EliminarDesde luego, de la primera novia no está enamorado, eso está claro. El amor de Hattie es mucho más cómodo para él. Ella no le pide nada como lo hacía Blanche. El amor de ella es más incondicional ya que vemos que cuando él se va con otras ella se disgusta pero continúa con él. Sin embargo cuando Emmet intenta volver se encuentra con el rechazo de ella. Es entonces cuando se da cuenta de que la quería y que la música de impide tener una vida.
Es interesante eso que planteas sobre si con otras profesiones ocurriria lo mismo. Esto parece algo que se repite en profesiones de tipo artístico y eso es algo que ya hemos visto en cine, pero lo de decicarle más tiempo al trabajo que a la vida personal no es algo poco común tanto en la vida real como en el cine en otras muchas otras profesiones.
Saludos.
Muy buena y trabajada entrada, amigo David. Más cuidada, desde luego, que los últimos trabajos de Woody Allen...
ResponderEliminarMe explico y resumo mi punto de vista en pocas palabras: desde "Balas sobre Broadway", Woody Allen ha dejado de interesarme. Y digo más: he dejado de ver sus pelis porque me sacan de quicio y porque me duele asistir a la decadencia de un cineasta que he admirado durante años y que casi pertenece a la vida de uno. Así de claro. Ay Genovés, cómo eres...
Y no me tires más de la lengua porque...
Salucines
¡Qué severo mr Genovés! Qué si bien Allen a facturado en el nuevo milenio truños abominables de la talla de "Vicky Cristina Barcelona", poner la frontera de la decadencia alleniana en "Balas sobre Broadway" me parece excesivamente duro.
EliminarEntre sus películas posteriores tenemos la hilarante "Desmontando a Harry" y la inquietante "Match Point" que yo las pondría al lado de sus grandes películas.
Pero sí es cierto que con tanta producción Allen mete algún paquete indigno de vez en cuando, que ni tan siquiera su sentido del humor o del amor puede salvar salva: Entre sus pelis fallidas apuntaría una media docena (puede que alguna más) a partir de "La maldición del escorpión de Jade".
No seguiré tirando de la lengua... pero a mí "Poderosa Afrodita" también me decepcionó muuuucho.
Salucines
No sé si severo, pero sí claro y sincero, ¿verdad, amigo David? Creo que se puede ser condescendiente o compasivo con los principiantes o los medianos, pero la decadencia de Woody Allen es tan mezquina. Quien ha hecho películas como "Annie Hall", "Días de radio", "Ana y sus hermanas" o "Delitos y faltas", no puede darse el lujo de corromperse de ese modo. No tiene derecho (artístico) a ello. Si ya no le interesa el cine, que se dedique a tocar el clarinete, caramba... Seguirá dándole dinero para pagar su apartamento en Manhattan.
EliminarCon Woody Allen tenemos un claro ejemplo del artista que acaba fagocitado por su propia criatura, por su propio personaje.
A mí "Match Point" me gustó bastante. Tal vez porque en este film, Woody Allen deja de jugar a hacer de sí mismo y a vivir del cuento.
Ves, ya me has tirado de la lengua...
Salucines
Es lo que tiene pasarse media vida mirándose al espejo de "8 y 1/2" y no terminar de estar satisfecho con los resultados.
EliminarSalucines
En lo único que coincido con Woody Allen es en la admiración por Federico Fellini. La película no me resultó especialmente interesante a no ser por su banda sonora, cosa por otra parte nada extraño sabiendo de la afición del director por el jazz.
ResponderEliminarSi en general no te gusta el cine de Allen no hay nada que hacer... La película, aún estando desprovista del propio Allen en el capítulo de interpretes, transita por derroteros temáticos y estéticos habituales en su cine.
EliminarMenos mal que te gusta el jazz, si no te hace "tilín" el cine de Allen y te has tragado "Acordes y Desacuerdos" no deja de ser un consuelo.
Saludos
Es una película deliciosa, muy entrañable, con un tono documental muy especial y con una música inmejorable. Es de las que yo recuerdo con cariño en la filmografía de Woody Allen. Saludos.
ResponderEliminarHola Marcos, sé que te gusta esta película, aún recuerdo la reseña que le dedicaste hace unos dos años.
EliminarA mi también me parece buena, aunque no la metería dentro de las grandes películas del director, por planteamiento y tono(agridulce y nostálgico)la vocación de la película me parece más personal e íntima (sin abusar de esa autorreferencialidad caricaturesca que estraga a Fernando) que otras cintas del director con las que Allen fuerza reacciones en su público.
Saludos.
Es cierto: Woody Allen no juzga, muestra lo que hay, llegándose a empatizar o no con algunos de los personajes a partir de lo que nos llega, pero sin cargar malintencionadamente, o benévolamente, las tintas en ninguno. A mí me encanta esta peli, sobre todo por lo descarada que resulta al tener como protagonista a un hombre lleno de defectos personales que los va “soportando” (¿se podría decir?) como mejor puede, o sabe, pero que, curiosamente, toca la guitarra como si de un ángel se tratara.
ResponderEliminarBuenísimo tu post, David. Un abrazo.
Gracias Javi, es curioso eso que comentas del protagonista, a priori es individuo tiene todas las papeletas para ser considerado un individuo repugnante (arrogante, desconsiderado, egoísta, maleducado...) pero increiblemente, al menos es mi caso, Allen y Penn consiguen que Emmet Ray no caiga mal, incluso que por momentos simpaticemos con él o le tengamos lástima por lo mal que hace las cosas. Y no creo que esa empatía este generada porque es un músico sobresaliente; no, la razón última es por la mirada amable que Allen dirige a su personaje.
EliminarUn abrazo.
Belo filme do mestre Allen.
ResponderEliminarFeliz 2013, David. E viva o cinema!
O Falcão Maltês
Bellisimo Antonio, feliz 2013.
EliminarMuito obrigado.
Soy devota admiradora de Woody Allen, pero la verdad es que de sus películas de época (normalmente años 30,40) sólo me apasiona “Días de radio”. El resto (“La rosa púrpura de El Cairo”, “Balas sobre Broadway” “La maldición del escorpión de jade” y “Acordes y desacuerdos”) las aprecio, pero no me conmueven. No es que “Acordes…” no me parezca una buena película, pero falta un elemento de identificación que sí siento con las películas de Allen más manhatanitas y contemporáneas. Comprendo además que para los aficionados al jazz resulte irresistible.
ResponderEliminarEn cuanto a los actores Samantha Morton está estupenda en esa interpretación tan expresiva y propia de una actriz de cine mudo (al que por cierto últimamente se le rinde bastante tributo en películas). Y una sofisticada Uma Thurman, concuerdo en que sería una buena idea para su irregular carrera que repitiese con Allen.
Saludos
Coincidimos una vez más, yo también prefiero las películas "contemporáneas" del neoyorkino y la mejor de sus películas "old good times" es para mi "Días de Radio".
EliminarTambién comentas, y comentas bien, la impronta de la música en el computo final de la pelicula; es determinante, sin ella el valor final de la película decaería; pero no sólo porque sea buena la banda sonora, sino porque la música (e incluso la guitarra) juegan un papel dramático muy importante en la película. Emmet tiene a la música como su amor verdadero, por delante de Hattie o Blanche... pero como es un desastre gestiona igual de nefastamente su relación con la música como con sus amantes.
Saludos.
El homenaje al cine mudo, aun quedando en segundo plano tras con respecto al jazz, queda patente en la asignación de la condición de muda a una de las protagonistas, que para más inri acaba ejerciendo como actriz en el rodaje de una película de la época (muda por supuesto).
EliminarTambién en determinados momentos la actuación de Sean Penn recuerda a Chaplin, bien sea en alguno de los momentos románticos entre Emmet y Hattie que evocan a "Luces de Ciudad" o en los momentos cómicos más físicos (aquí evocaría más la figura de Charlot) como el del estropicio del descenso al escenario en la media luna.
saludos.
A Woody Allen le tengo yo un cariño especial. No puedo evitarlo. Sigo manteniendo el ritual de ir a ver su película anual, y siempre con ilusión. Me guste más, me guste menos siempre hay algo en sus historias que me hace pensar... Incluso en A Roma con amor...
ResponderEliminar... Acuerdos y desacuerdos... tengo que volver a visitarla pero me dejó unos buenos recuerdos así como el descubrimiento de Django Reinhardt. Y me volvió a mostrar cómo me gusta ese actor que se llama Sean Penn (¿le has visto este año en la extraña UN LUGAR DONDE QUEDARSE?). Y cierto, descubrí a la Morton. En fin...
Con Woody he pasado y sigo pasando buenos momentos... y eso ya es mucho. Me hace reír, es capaz de sorprenderme, crea buenos personajes y buenas situaciones, también se pone serio y es capaz de inquietarme... Hasta sus películas más olvidadas creo que sería importante recuperarlas y revisitarlas como Melinda y Melinda o El sueño de Cassandra...
Y, sí, dicen que necesita rodar y rodar para sentirse vivo... y que no quiere parar. Pues si es así, que todavía nos pegue muchas sorpresas... Yo seguiré fiel a su cita anual.
Besos
Hildy
Hola Hildy, aún gustándome el cine de Allen con todas esas señas autorales que tan bien puntualizas en tu comentario, he de confesar que no soy un asiduo de su película anual desde hace ya unos años (aunque son pocas las que no he visto en casa pasado el estreno).
EliminarEsto es más fruto de la falta de tiempo libre, debido a las obligaciones familiares y profesionales, que a la cicatería cinéfila.
Bueno, el caso es que sólo veo en el cine las películas del neoyorkino que logran una cierta unanimidad entre las voces críticas que más aprecio.
En los últimos ños esto sólo ha ocurrido con "Midnight in Paris", que por supuesto me gustó, pero en líneas qenerales el pulso de Allen desde "La maldición del escorpión de Jade" ya no es tan firme como antaño.
Eso no quita para que una de cada tres películas (más o menos) sea realmente buena, pero las otras dos, aunque casi siempre tienen buenos momentos , no hacen justicia a la trayectoria del director.
Besos
David, deliciosa película de un Allen certero. Donde Penn, Thurman, el impagable, LaPaglia y la contundente S. Morton: lo bordan. Una Soundtrack de luxe, muy recomendable. La tengo revisionada, de hace unos meses (año pasado) y merece la pena. El del maestro neoyorkino no es su genialidad, pues todo el personaje Allen, es talento a chorros. Como cineasta es uno de los 100 más grandes de la historia que todavía viven y eso se agradece. El problema de Allen es su continuo prurito por crear y crear la película perfecta; ya las ha hecho. Evidentemente, sólo un genio de su categoría se puede permitir esa frivolidad. Qué vaya bien este 2013, saludos
ResponderEliminarCompañero me has adelantado y me has "quitado" la entrada de esta película, jajaja.
ResponderEliminarSiempre he querido reconocer esta olvidada muestra del talento de Allen. La considero una cinta magistral, muy superior a muchas de sus más celebradas películas.
Dicho de otra manera es mi capricho Allen.
Suscribo todo lo que indicas en tu estupenda entrada. Una maravillosa película que contiene la mejor música de toda su filmografía.
Coincido también con el toque chaplin hacia el personaje de Sean Penn. Y sobre los actores que decir, que te enamoras de todos ellos.
Un abrazo.
El amor de Woody Allen por la música de jazz, especialmente de los años veinte y treinta, le empujó en un momento dado a querer llevar al cine la vida de su gran favorito Sidney Bechet. Sin embargo, ese proyecto resultaba demasiado caro y en su lugar decidió elaborar un falso documental sobre Emmet Ray, un músico que en realidad nunca existió y que es un compendio de varios jazzmen de aquella época. Esto supongo que permitió a Allen una mayor libertad en el desarrollo dramático de la historia (a partir de un guión tan brillante y perceptivo como es habitual en el autor de “BROADWAY DANNY ROSE”) en la que introdujo los elementos que más le convenían en cada momento. Espléndidos, Sean Penn y Samantha Morton.
ResponderEliminarUn saludo.
Tras todos estos comentarios respecto a la película y al propio Allen poco me queda por decir. Que me ha gustado, que Allen es único mezclando candidez y drama, que la ambientación es perfecta que los personajes son muy reales a pesar de que encarnan cada uno un tópico. la muda que adora la música, la elegante y frívola Blanche y el genio de la música que es un absoluto desastre en la vida real. Y es que el cerebro humano no puede al parecer llegar a la excelencia en un campo sin pagar la factura en otro! cuantas veces lo habremos visto!
ResponderEliminarSí que tiene un perfume chaplinesco que Sean penn transmite a la perfección y no solo en los lances amorosos, cuando toca la guitarra conesa facilidad con una media sonrisa y con el alma elevandose por encima del público también es chaplinesco.
En esta ocasión, David, me pillas con el paso cambiado y absolutamente fuera de juego, porque te refieres a una película que se me escapó de la pantalla y no he tenido ocasión de verla jamás.
ResponderEliminarY le tengo ganas, porque sé que concilia y satisface dos de mis aficiones, el jazz y el cine. Sólo me faltaba leerte para que se incrementaran las ganas de verla. Tengo que hacerme con el dvd, pero ¡ya! :-)
Un abrazo.
Disculpas a todos los no respondidos, hemos tenido un par de semanas complicadas y hemos aparcado completamente en las mismas tanto los Ciclos de Cine como nuestra actividad habitual en la blogosfera.
ResponderEliminarEsta semana espero que podamos retomar la publicación de entradas y el subsiguiente cine fórum así como la participación en vuestros estupendos espacios cinéfilos.
Un cordial saludo para todos
La vi muy buena diferentemente buena
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