Lanzarse a ver “La dama de Shanghai” (1948) es toda una aventura cinematográfica. En ella el gran Orson Welles mezcla ingredientes propios y ajenos, para acabar componiendo un film que atrapa al espectador desde sus escenas iniciales. Sus diálogos excepcionales nos arrastrarán por un universo de intrigas y perdición.
Encuadrada dentro del cine negro e intriga, introduce, un tratamiento de los temas morales y de las obsesiones propias de la ética wellesiana, haciendo especial énfasis sobre la libertad del individuo para elegir entre el bien y el mal. La trama policíaca es la excusa perfecta para desarrollar su simbolismo moral y analizar los comportamientos humanos. “La dama de Shanghai” es considerada por muchos la antesala de la magnífica “Sed de mal” (1957).